Una fiesta es
sinónimo de celebración por algún motivo concreto o tradición. El jolgorio de
las fiestas del pueblo, aquellos días en los que el desenfreno aborda los
villorrios y a sus paisanos. Las fiestas de inauguración, donde entre cócteles,
champagne y emoción, se espera que un nuevo proyecto llegue a buen
puerto. La alegría de los cumpleaños, en los que sin ser consciente de ello se
celebra estar vivo un día más. El fin de año, que despide al que acaba y le da
la bienvenida al que viene, a lo grande: cubatas de garrafón, cotillones de los
chinos y, si no tenemos cuidado, las uvas de la UVI. Pero la fiesta que nos
ocupa empezará con turbulencias y acabará como el rosario de la aurora.
La fiesta en honor a Bill Sampson (Gary Merrill) en Eva al desnudo
(All about Eve, 1950) de Joseph L. Mankiewicz – a quien no sólo le
debemos la dirección, sino también el
guión -, es, sin duda, una de las más memorables de la historia del cine. Tal y
como dice Margo Channing (Bette Davis), anfitriona víctima y verdugo de la
fiesta, justo antes de que ésta empiece: “abróchense los cinturones, esta
noche vamos a tener tormenta.”
En efecto, hubo tormenta y no pudo ser de otro modo. Una fiesta repleta
de sospechas, intrigas, miedo y alcohol, que lo desencadenará todo: emociones,
inseguridades, que revelará verdades inconfesables y frustraciones tan
incontrolables como patentes. “La fiesta de cumpleaños y de bienvenida de
Bill, una noche que pudo pasar a la historia. Antes de que empezara la fiesta
ya olía yo la tormenta en el aire. Lo sabía, lo presentía, mientras acababa de
vestirme para aquella condenada fiesta”, recuerda Margo.
Una fiesta que fue posible en el cine – entre otras cosas, por supuesto -
gracias al momento en que fue concebida, ya que tal y como afirmó el propio
Mankiewicz en una entrevista en 1987: “Creo que hoy Eva al desnudo no
se podría financiar. [...] A muchos productores les he preguntado si hoy
financiarían aquellas películas, y me han contestado que no.”[1] Una
fiesta tan brillante, como su guión, uno de los mejores de la historia del
cine, que Bette Davis definiría como “la obra de un genio”[2]. Algo
digno de mención, ya que la actriz solía hacer anotaciones en los guiones e
incluso rescribirlos. De All About Eve no tocó ni una coma.
Margo bebiendo
La fiesta da
comienzo en la intimidad de la habitación de Margo. Ella se abrocha una pulsera
de diamantes frente al espejo. Su vestido también está desabrochado y nos
muestra su espalda desnuda, indicio que revela sutilmente lo que va a
acontecer, porque será Margo y no Eva, la que quedará al desnudo.
La fiel ayudante de Margo, Birdie Coonan (Thelma Ritter), le sube la
cremallera de su vestido y conversa jocosamente con ella, mientras Margo bebe
su primer Martini. La alegría dudará poco: Bill ha llegado a casa hace cosa de
media hora y, en lugar de ir al encuentro de Margo, se ha quedado en el salón
con Eva, hablando. Las sospechas sobre la taimada Eva se confirman. Margo baja
las escaleras como una chiquilla, veloz e insegura, muerta de curiosidad por
saber o ver lo que acontece en el salón. En los últimos escalones, sin embargo,
aminora su marcha y cambia la expresión de su rostro en afabilidad. Se dirige
hacia Bill y Eva, quedando ésta entre los dos enamorados. Mankiewicz nos
muestra este cuadro con un plano americano extremadamente teatral – los tres
personajes de perfil, Bill a la izquierda, ligeramente más cercano a la cámara,
y las dos mujeres en el mismo plano, frente a frente -. Margo no podrá evitar
el torrente de emociones y miedos que le provoca la imagen de Eva hablando con
Bill. La joven Eva y el joven Bill – la fiesta de cumpleaños sirve para
enfatizar la diferencia de edad, que tanto teme la actriz - frente a una Margo
que ha entrado en la madurez. Sus dotes de interpretación nada podrán, porque
Margo es incapaz de actuar en su vida privada, de esconder sus sentimientos.
Vulnerable, se deja arrastrar por el alcohol, que la acompañará al principio de
la fiesta como un fiel amigo para traicionarla después como hará Eva.
Margo bebe un Martini detrás de otro. Las primeras copas le sientan bien
y, a pesar de que sus amigos más cercanos sospechan que algo se está cociendo.
El dramaturgo Lloyd Richards (Hugh Marlowe) indica que la atmósfera es “muy
macbethiana” y su mujer, Karen (Celeste Holm), íntima amiga de Margo, le
pregunta: “¿qué ha pasado o qué va a pasar? Te conocemos, te hemos visto así
otras veces: ¿Ha terminado o acaba de empezar?” Margo responde siempre de
forma ingeniosa. No obstante, el alcohol acaba minando la confianza y firmeza
de la actriz. No tardamos en encontrarla sentada al piano junto al pianista.
Margo agarra su copa de Martini y la mira fijamente, como si en el fondo de
ésta se encontrara su única esperanza. El pianista toca una y otra vez, a instancias
de una Margo completamente vencida, la misma melodía, “Sueño de amor”, aquella
que suena días más tarde en la radio del coche y que Margo condena con un “detesto
el sentimentalismo.” Birdie, su ayudante, se acerca a ella con expresión de
preocupación y le ofrece una taza, que sobrentendemos contiene café y que Margo
rechaza, metiendo en ésta la aceituna de su Martini.
Pero lo peor está aún por llegar. Margo se encara a Eva frente a los demás invitados, que se ponen de lado de una Eva indefensa, inocente y sumamente servil, defendiéndola y recriminando la actitud de diva de Margo, que tras reconocer su derrota, hace mutis por el foro, escaleras arriba. Bill la sigue. El incisivo crítico teatral Addison De Witt (George Sanders), que no había sido invitado a la fiesta por ser persona non grata, concluye: “Lástima, nos vamos a perder el tercer acto. Se representa fuera del escenario.” Con Margo y Bill en su habitación, termina la fiesta. No acabarán, al menos de momento, las sospechas, las inseguridades y las intrigas.
*Artículo publicad en la revista de cine Versión Original